Marx

Karl Marx


Karl Marx fue un pensador de origen alemán (Tréveris, Prusia occidental, 1818 – Londres, 1883) ingresó en las Universidades de Bonn, Berlín y Jena para finalizar sus estudios -Derecho, Historia y Filosofía- en 1841, periodo en el que la dialéctica de Hegel ya ejercía plena influencia en sus planteamientos. No obstante, sustituyó el idealismo característico de éste por una concepción materialista según la cual las fuerzas económicas constituyen la infraestructura que determinan el orden social, político y cultural.
Marx y Friedrich Engels -con quien compartiría una estrecha colaboración intelectual y política- se centraron en lo que denominaron “socialismo científico”, basado en la crítica sistemática del orden establecido y el descubrimiento de las teorías que conducirían a su superación; de hecho, sería la fuerza de la revolución, la forma de acabar con la civilización burguesa.
Concretamente, fue en 1848, a petición de una liga revolucionaria clandestina integrada por emigrantes alemanes, cuando los dos autores plasmaron tales ideas en el Manifiesto Comunista, exponiendo así la nueva concepción del mundo, la dialéctica como la más completa doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y el papel revolucionario del proletariado como creador de la sociedad comunista.
Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra, Marx profundizó en el estudio de la economía política clásica y elaboró su propia doctrina, que redactó en su obra El capital (1867). Partiendo de que sólo el trabajo humano produce valor, Karl Marx señaló la explotación del trabajador, patente en la extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al obrero y apropiada por el capitalista. Denunciaba con ello la esencia injusta e ilegítima del sistema económico capitalista; sin embargo -para el autor-, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus propias contradicciones internas, lo que daría paso al socialismo y a su máximo objetivo: la emancipación global del hombre, al abolir la propiedad privada de los medios de producción, que era, según él, la principal causa de la alienación de los trabajadores.
El paso del tiempo ha demostrado que el capitalismo no se ha llegado a hundir y el comunismo en cambio, ha resultado un fracaso allí donde se ha aplicado, ya que tras la abolición de la propiedad privada, países como China, Cuba o Corea del Norte, en vez de convertirse en el idílico país donde el bienestar de toda la población estaba presente terminaron por convertirse en sangrientas dictaduras. Sin embargo, el legado de Karl Marx ha sido enormemente importante para el pensamiento económico y gran parte de sus principios se aplican hoy en día. Actualmente la mayoría de países se basan en economías mixtas.

La influencia determinante de Marx y Engels

Tras su militancia en la Liga de los Comunistas -disuelta en 1852-, Marx se movió en los ambientes de los conspiradores revolucionarios exiliados hasta que, en 1864, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) le dio la oportunidad de impregnar al movimiento obrero mundial de sus ideas socialistas, si bien ésta acabaría por hundirse como efecto combinado de las divisiones internas y de la represión desatada por los gobiernos europeos a raíz de la revolución de la Comuna de París (1870). Pese a todo, la Segunda Internacional -bajo inspiración decididamente marxista- se fundó en 1889, tras la defunción del ideólogo; sin embargo, Engels asumió el liderazgo de aquel movimiento y la influencia ideológica de ambos siguió siendo determinante durante un siglo.

Finalmente, es importante recordar que Karl Marx apenas planteó el modo en que debían organizarse el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder, lo que ha dado lugar a interpretaciones muy diversas.
Como resultado, sus seguidores se han escindido en una rama socialdemócrata que promete salvaguardar las libertades políticas individuales -Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Friedrich Ebert- y en una rama comunista que originó la Revolución bolchevique en Rusia y el establecimiento de Estados socialistas con economía planificada y dictadura de partido único -Lenin y Stalin en la URSS y Mao Tse-tung en China-.

Marxismo



El principal argumento en el que se basan los marxistas es que el capitalismo es una estructura económica errónea y que debe ser reemplazada por otra que abolirá el sistema de propiedad burguesa y el libre mercado de bienes y servicios. De acuerdo con Marx, el problema clave del capitalismo es que genera la explotación de los trabajadores.
Así, para la economía marxista, dos defectos ocasionan tal sistema de desigualdad sobre los más débiles. En primer lugar, el excedente de mano de obra: bajo este concepto, la burguesía no se lucra por la venta de su producto a un precio por encima del coste de materiales más la mano de obra, sino más bien al pagarle al trabajador por debajo del valor de su labor.
Esta capacidad de la burguesía para manipular a los trabajadores, les permite devaluar la mano de obra, creando así ganancias para sí misma. Es más, los marxistas ven al capitalismo como el creador de un círculo vicioso que ocasiona que los trabajadores sean explotados cada vez más.
El segundo defecto del capitalismo es su naturaleza intrínseca. Mientras que el Estado puede controlar todos los aspectos del socialismo, desde la producción hasta la distribución, el capitalismo es controlado por el libre mercado; es decir, en un sistema capitalista, las decisiones son tomadas por cada productor y cada consumidor. De hecho, el marxismo acentúa esta diferencia, afirmando que sólo una economía planificada puede descubrir verdaderamente los mejores métodos de producción y distribución.
Además, los marxistas creen que las economías capitalistas se alimentan de las crisis que tienden a estimularlas. Marx creía que esta dependencia de las depresiones económicaspodría causar estragos a largo plazo, y por lo tanto, abogaba para que una comunidad planificada reemplazara tal sistema.

La dialéctica como proceso

La teoría de la economía marxista mantiene que el capitalismo eventualmente se autodestruirá, a medida que explota a más y más trabajadores; de esta manera, el proletariado -el conjunto de la mano de obra- actúa como un catalizador para la caída del capitalismo y surgimiento del nuevo sistema socialista. Es lo que se conoce como dialéctica.
En otras palabras, el concepto de la dialéctica ilustra que la caída del capitalismo y el subsiguiente surgimiento del socialismo, y consiguientemente del comunismo, son inevitables. La burguesía (tesis) y el proletariado (antítesis) chocan para crear el socialismo (síntesis), que garantiza el advenimiento del comunismo. Sin embargo, la dialéctica, de ser continuada, también concluye que el comunismo no puede ser la síntesis final ya que siempre sucederá un nuevo surgimiento.
En definitiva, los marxistas afirman que el comunismo -como supuesto estado dialéctico final- proporciona más libertad que otros sistemas económicos y que la redistribución de la riqueza resolverá muchos problemas. Es más, Marx propone el empleo de las instituciones del Estado, como por ejemplo, el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los medios de producción a los trabajadores que, al paso del tiempo, formará un mercado de competencia perfecta.

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